1. María,
inspirándose en la tradición del Antiguo Testamento, celebra con el
cántico del Magníficat las maravillas que Dios realizó en ella. Ese
cántico es la respuesta de la Virgen al misterio de la Anunciación: el
ángel la había invitado a alegrarse; ahora María expresa el jubilo de su
espíritu en Dios, su salvador. Su alegría nace de haber experimentado
personalmente la mirada benévola que Dios le dirigió a ella, criatura
pobre y sin influjo en la historia.
Con la expresión Magníficat, versión latina de una palabra griega que
tenía el mismo significado, se celebra la grandeza de Dios, que con el
anuncio del ángel revela su omnipotencia, superando las expectativas y
las esperanzas del pueblo de la alianza e incluso los mas nobles deseos
del alma humana.
Frente al Señor, potente y misericordioso, María manifiesta el
sentimiento de su pequeñez: «Proclama mi alma la grandeza del Señor; se
alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación
de su esclava» (Lc 1, 4648). Probablemente, el término griego
tapeinosis esta tomado del cántico de Ana, la madre de Samuel. Con él se
señalan la «humillación» y la «miseria» de una mujer estéril (cf. 1S 1,
11), que encomienda su pena al Señor. Con una expresión semejante, María
presenta su situación de pobreza y la conciencia de su pequeñez ante
Dios que, con decisión gratuita, puso su mirada en ella, joven humilde
de Nazaret, llamándola a convertirse en la madre del Mesías.
2. Las palabras «desde ahora me felicitaran todas las generaciones» (Lc
1, 48) toman como punto de partida la felicitación de Isabel, que fue la
primera en proclamar a María «dichosa» (Lc 1, 45). E1 cántico, con
cierta audacia, predice que esa proclamación se irá extendiendo y
ampliando con un dinamismo incontenible. Al mismo tiempo, testimonia la
veneración especial que la comunidad cristiana ha sentido hacia la Madre
de Jesús desde el siglo I. El Magníficat constituye la primicia de las
diversas expresiones de culto, transmitidas de generación en generación,
con las que la Iglesia manifiesta su amor a la Virgen de Nazaret.
3. «El Poderoso ha hecho obras grandes por mí, su nombre es santo y su
misericordia llega a sus fieles de generación en generación» (Lc 1,
4950).
¿Que son esas «obras grandes» realizadas en María por el Poderoso? La
expresión aparece en el Antiguo Testamento para indicar la liberación
del pueblo de Israel de Egipto o de Babilonia. En el Magníficat se
refiere al acontecimiento misterioso de la concepción virginal de Jesús,
acaecido en Nazaret después del anuncio del ángel.
En el Magníficat, cántico verdaderamente teológico porque revela la
experiencia del rostro de Dios hecha por María, Dios no sólo es el
Poderoso, pare el que nada es imposible, como había declarado Gabriel (cf.
Lc 1, 37), sino también el Misericordioso, capaz de ternura y fidelidad
para con todo ser humano.
4. «Él hace proezas con su brazo; dispersa a los soberbios de corazón;
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los
hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos» (Lc 1,
5153).
Con su lectura sapiencial de la historia, María nos lleva a descubrir
los criterios de la misteriosa acción de Dios. El Señor, trastrocando
los juicios del mundo, viene en auxilio de los pobres y los pequeños, en
perjuicio de los ricos y los poderosos, y, de modo sorprendente, colma
de bienes a los humildes, que le encomiendan su existencia (Redemptoris
Mater, 37).
Estas palabras del cántico, a la vez que nos muestran en María un modelo
concreto y sublime, nos ayudan a comprender que lo que atrae la
benevolencia de Dios es sobre todo la humildad del corazón.
5. Por ultimo, el cántico exalta el cumplimiento de las promesas y la
fidelidad de Dios hacia el pueblo elegido: «Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros
padres, en favor de Abraham y su descendencia por siempre» (Lc 1,
5455).
María, colmada de dones divinos, no se detiene a contemplar solamente su
caso personal, sino que comprende que esos dones son una manifestación
de la misericordia de Dios hacia todo su pueblo. En ella Dios cumple sus
promesas con una fidelidad y generosidad sobreabundantes.
El Magníficat, inspirado en el Antiguo Testamento y en la espiritualidad
de la hija de Sión, supera los textos proféticos que están en su origen,
revelando en la «llena de gracia» el inicio de una intervención divina
que va mas allá de las esperanzas mesiánicas de Israel: el misterio
santo de la Encarnación del Verbo.
Catequesis
de S.S. Juan Pablo II
en la Audiencia Semanal de los miércoles.
|